Me vi a mi misma, recostada buscando la manera
de estar cómoda en el asiento de un bus,
13 horas nocturnas de viaje me
esperaban, de sur a norte. Cubierta con una manta y una pequeña luz alumbrando las páginas del libro que leía,
"quien necesita ver una película cuando se tiene un buen libro entre los brazos" pensaba al observar al resto de los pasajeros. sí, entre los brazos, en ningún otro lugar caben mejor esos preciados libros que son mis verdaderos tesoros y aún más: cálidos refugios, porque cuando me siento
triste en ellos encuentro cobijo y me raptan de la realidad, pero claro, no todos piensan
así, se hipnotizan ante una pantalla cuadrada que apenas los deja tener
pensamientos propios.
Ya al fin me invadía el sueño cuando apagué la
luz, abrazada a mi libro caí profundamente dormida, cuando de pronto se hizo de día y sin siquiera impresionarme iba en un auto recorriendo la cuenca del lago Llanquihue, feliz me acomodaba a la ventanilla para apreciar
el paisaje donde nací y crecí. Los volcanes se mostraban tan visibles y ese lago brillante como un
espejo del cielo, mis ojos recorrían cada detalle ya tan grabados en mi memoria.
Todo era tan tranquilo
y disfrutaba tanto estar ahí, donde caminaban mis amigos,mi familia, conocidos,caras compañeras
de la vida y mi vida casi entera, los recuerdos más preciados, el placer de respirar
por las calles húmedas y encontrarte a alguien ,cuando derrepente siento un golpecito suave
en mi hombro izquierdo que me trae de golpe a la realidad: era el auxiliar anunciando que ya habíamos arribado al terminal y no era Puerto
Varas, sino Viña del Mar y ni mucho menos era de día, sino de noche.
Pero yo no quería bajarme del bus, no quería
despertar de mi sueño, maldigo el momento en que me despertó, quería seguir ahí, quería regresar a ese pedazo de tierra que pertenece por derecho a todos los
que vivimos en ella y no salir jamás, de la rutina del día a día, de la lluvia, del
"siempreverde",de los cafés al atardecer con mis amigas, de los
viernes felices ,de los domingos en familia... pero al cambiar
de ruta se debe seguir otro camino y pese al dolor de mi alma me armé de valor, tomé mis cosas ,tuve que bajar del bus y de mi nube.
Eran las 06:00 de la mañana y caminé tan sola por las
calles oscuras que ya aprendí a conocer tan bien los 3 años que llevo
viviendo acá, calles más cálidas y
secas que las frías y lluviosas calles sureñas que amo tanto, de inmediato
pasó una micro donde aguardé sentada 15 minutos oscuros perdida en cuestionamientos hasta que me dejó junto al
edificio en el que vivo en Reñaca, no oía nada más que mis pensamientos esa madrugada, tomé el ascensor, abrí mi cartera, busqué las llaves y abri mi departamento y pese a toda mi tristeza, un gusto extraño me asaltó al llegar a este lugar lleno de Shakespeare,Allan Poe, Baudelaire, Rimbaud,Nietzche, Sheldon, Weiss, Mario Vargas Llosa, libros tan míos! y fotografías de mi amado sur intacto y puro. Encendí la radio y puse a los Beatles mientras me preparaba un
café de madrugada y cantaba "oh girl".
Me ví a mi misma una vez más algo más reconciliada, me
acurruqué esta vez junto a una almohada y en mi nuevo hogar, hasta
que apareció el día de nuevo, pero esta vez aquí.
A las 06:30 Llegué a la conclusión de que allá
sólo voy para reencontrarme conmigo misma,
aquí regreso para continuar.
28. julio . 2014
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