jueves, 21 de agosto de 2014

06:30 am


 Me vi a mi misma, recostada buscando la manera de estar cómoda en el asiento de un bus,
13 horas nocturnas de viaje me esperaban, de sur a norte. Cubierta con una manta y una pequeña  luz alumbrando las páginas del libro que leía, "quien necesita ver una película cuando se tiene un buen libro entre los brazos"  pensaba al observar al resto de los  pasajeros. sí, entre los brazos, en ningún otro lugar caben mejor esos  preciados libros que son mis verdaderos tesoros y aún más: cálidos  refugios, porque cuando me siento triste en ellos encuentro cobijo y me raptan de la realidad, pero claro, no todos piensan así, se hipnotizan ante una pantalla cuadrada que apenas los deja tener pensamientos propios.
 Ya al fin me invadía el sueño cuando apagué la luz, abrazada a mi libro caí profundamente dormida, cuando de pronto se hizo de día y sin siquiera impresionarme  iba en un auto recorriendo la cuenca del lago Llanquihue, feliz me acomodaba a la ventanilla para apreciar el paisaje donde nací y crecí. Los volcanes se mostraban  tan visibles y ese lago brillante como un espejo del cielo, mis ojos recorrían cada detalle ya tan grabados en mi memoria.
 Todo era tan tranquilo y disfrutaba tanto estar ahí, donde caminaban mis amigos,mi familia, conocidos,caras compañeras de la vida y mi vida casi entera, los recuerdos más preciados, el placer de respirar por las calles húmedas y encontrarte a alguien ,cuando derrepente siento un golpecito suave en mi hombro izquierdo que me trae de golpe a la realidad: era el auxiliar anunciando que ya habíamos arribado al terminal y no era Puerto Varas, sino Viña del Mar y ni mucho menos era de día, sino de noche.
 Pero yo no quería bajarme del bus, no quería despertar de mi sueño, maldigo el momento en que me despertó, quería seguir ahí, quería regresar a ese pedazo de  tierra que pertenece por derecho a todos los que vivimos en ella y no salir jamás, de la rutina del día a día, de la lluvia, del "siempreverde",de los cafés al atardecer con mis amigas, de los viernes felices ,de los domingos en familia... pero al cambiar de ruta se debe seguir otro camino y pese al dolor de mi alma me armé de valor, tomé mis cosas ,tuve que bajar del bus y de mi nube.
 Eran las 06:00 de la mañana y caminé tan sola por las calles oscuras que ya aprendí a conocer tan bien los 3 años que llevo
viviendo acá, calles más cálidas y secas que las frías y lluviosas calles sureñas que amo tanto, de inmediato
pasó una micro donde aguardé sentada 15 minutos oscuros perdida en  cuestionamientos hasta que me dejó junto al edificio en el que vivo en Reñaca, no oía nada más que mis pensamientos esa madrugada, tomé el ascensor, abrí mi cartera, busqué las llaves y abri mi departamento y pese a toda mi tristeza, un gusto extraño me asaltó al llegar a este lugar lleno de Shakespeare,Allan Poe, Baudelaire, Rimbaud,Nietzche, Sheldon, Weiss, Mario Vargas Llosa, libros tan míos! y fotografías de mi amado sur intacto y puro. Encendí  la radio y  puse a los Beatles mientras me preparaba un café de madrugada y cantaba "oh girl".
 Me ví a mi misma una vez más algo más reconciliada, me acurruqué esta vez junto a una almohada y en  mi nuevo hogar, hasta que apareció el día de nuevo, pero esta vez aquí.
 A las 06:30 Llegué a la conclusión de que allá sólo voy para reencontrarme conmigo misma,
aquí regreso para continuar.




28. julio . 2014


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