Cuando cierro los ojos y pienso en mi infancia, no puede estar lejos de ella,
de la Huerta de mi abuela, los árboles de manzana, de ciruelas, de cerezas, las matas de parras, de moras, de frambuesas, de grocellas.
A pesar de que allá llueve con frecuencia, todos mis recuerdos se comprimen en una imagen de verano, cálida, corriendo entre el pasto, riendo, escondiéndome entre las siembras de papas, arrancándome de los gusanos con los que me perseguía mi primo, cogiendo manzanas, buscando la sal, preparando el lugar, llevando mis juguetes. Y allá en la ventana, estaba mi abuela, con su mirada llena de ternura con la que siempre me miró, siempre sonriente, esperándome con once, con dulzura.
Esos recuerdos, ya tan lejanos, acuden a mi continuamente, antes de dormir, cierro los ojos y el corazón se me llena de sentimientos, de tristeza, de nostalgia, de querer regresar el tiempo,
de vestir mis vestidos y botitas de invierno, mis chasquillas y mi muñeca Patty entre los brazos.
Unas ganas de regresar al calor de la estufa a leña, al amor de mi abuelita, a correr alrededor del arbol de navidad, jugar con ese interruptor negro, viejo. Dormir con ella, escuchar sus historias, sentir entre sus brazos ese cariño infinito.
Cuanto extraño esa huerta, cuánto la extraño a ella. hoy luce mitad vendida mitad desierta.
Ya no está ella, ya no hay ciruelas, ni frambuesas, ni grosellas ni cerezas, está vacía, está sin ella.
Quisiera retomarla y hacerla lucir como en sus mejores tiempos, tener hijos y entregarles todo lo que tuve yo en mi infancia. Comida orgánica del huerto, dulzura y amor de mi abuela.
miércoles, 19 de agosto de 2015
sábado, 8 de agosto de 2015
Licarayen
Cuando aún no habían llegado juli maty y manu a estas tierras los hombres blancos oscuros, vivían alrededor de los volcanes Osorno y Calbuco, v desde que la vio por vez primera, quedó prendado ante la belleza y dulzura de la virgen. La felicidad reinaba en sus corazones. Ya estaba dispuesto que la próxima primavera se llevaría a cabo la ceremonia que los uniría para siempre.
Pero un antiguo oscuro Pillán llamado "Peripillán", que habitaba y estaba prisionero earias tribus de indígenas Huilliche.
Pero un antiguo oscuro Pillán llamado "Peripillán", que habitaba y estaba prisionero earias tribus de indígenas Huilliche.
Dentro de estas tribus, se encontraba "Licarayén", que era la más pura y linda de las jóvenes. También estaba el apuesto y valiente "toqui" llamado "Quitralpi", quen el Volcán Osorno, y quién fue un gran espíritu perverso que fue desterrado y lanzado a la tierra dando origen a este volcán, tuvo envidia de Quitralpi o algo así y no pudo resistir tanto amor entre estos jóvenes; y por eso decidió interrumpir la felicidad de Licarayén y Quitralpi. La Tierra, con bruscos vaivenes, anunció la tragedia. Pirepillán que demuestra su poder vomitando humo y azufre; hizo que El volcán Osorno comenzara a arrojar fuego y humo. Fue tanta la furia de este Pillán, que en las noches, esos lugares presentaban un aspecto verdaderamente pavoroso. Grandes llamaradas que salían de los cráteres iluminaban el cielo con fulgores de fuego. Las montañas vecinas parecía que ardían y las inmensas quebradas que circundaban los volcanes Osorno y el Calbuco parecían como bocas del mismo infierno.
Los Huilliche entonces se reunieron en un parlamento. Era necesario resolver en qué forma podrían aplacar el enojo de este gran Pillán. Fue así, que apareció entre ellos un Machi viejo, que nadie supo quién era ni de dónde venía, y que pidiendo permiso para hablar dijo: "Para llegar al cráter es necesario que sacrifiquéis a la virgen más hermosa de la tribu. Debéis arrancar el corazón y colocarlo en la punta del cerro Pichi Juan, tapado con una rama de canelo. Veréis entonces que vendrá un pájaro desde el cielo, se comerá el corazón y después llevará la rama de canelo y elevando el vuelo la dejará caer en el cráter del hogar de Pirepillán” Así hablo el viejo sabio y, sin que nadie se diera cuenta de ello, desapareció tan misteriosamente como había llegado.
El Lonco hizo entonces averiguaciones para establecer cual de las vírgenes de su tribu era la más virtuosa, y muy a pesar de sus deseos, acepto la decisión de que la más bella y virtuosa de las jóvenes, era su propia hija Licarayen.
El lonco entonces, con lágrimas comunicó a su hija que había sido elegida para salvar a la tribu de la ira de este Pillán. -No llores -le respondió ella-. Muero contenta, sabiendo que mi muerte ha de aliviar las amarguras y dolores de toda nuestra valerosa tribu. Solo pido un favor: que para matarme no uséis hachas ni vuestras lanzas. Y pidió que su lecho de muerte fuera preparado por el toqui Quitralpi, y que sólo él tocara su corazón, ya que él era el dueño desde que lo conoció.
Al día siguiente, cuando el sol empezaba a aparecer por encima de la cordillera y los pajarillos a trinar su canto matinal, un gran cortejo acompañó a Licarayén al fondo de la quebrada, donde el toqui tenía preparado un lecho con las más perfumadas flores que había encontrado en los prados y bosques. Llegó Licarayén y sin queja ni protesta alguna se tendió sobre aquel lecho de flores que había de transportar su alma a la eternidad. Los jóvenes , silenciosos y apenados, se sentaron alrededor de aquel catafalco florido y lloraron largas horas a su hermana que moría.
Cuando sus hermosos ojos se cerraron para siempre, el toqui Quitralpi acercó sus labios a la frente de la doncella, y después, haciendo un enorme esfuerzo para no estallar en llanto y gritos de dolor, le abrió el pecho, extrajo su corazón, y acogiéndolo entre sus manos como quien acuna un niño, con fervorosa unción, lo entregó al padre de la virgen.
El más fornido de los mancebos fue encargado de llevar el corazón y la rama de canelo a la cima del cerro.
Toda la tribu quedó en el valle esperando la realización del milagro. Y he aquí, que apenas el mancebo había colocado el corazón y la rama de canelo en la roca más alta del cerro Pichi Juan, apareció en el cielo un enorme cóndor que, bajando en raudo vuelo, de un bocado se engulló el corazón y agarrando la rama de canelo emprendió el vuelo hacia el cráter del Osorno, que en esos momentos arrojaba enormes lenguas de fuego. Dio el cóndor, en vuelo espiral, tres vueltas por la cumbre del volcán y, después de una súbita bajada, dejó caer dentro del cráter la rama sagrada.
En ese mismo instante comenzó a caer sobre la tierra, blanquísima nieve que fue cubriendo el cráter, parecía que el alma pura de la virgen volvía hacia la tierra en busca del toqui Quitralpi y en ese mismo momento el toqui se arrojó sobre la punta de su lanza atravesando su rudo pecho, se partió el corazón para así unirse con su amada Licarayén.
Y llovió nieve; días, semanas, años enteros. Fue una verdadera lucha entre el fuego que subía del infierno y la nieve que caía del cielo. La nieve fundida corría formando impetuosos torrentes por las faldas del Osorno y del Calbuco y corriendo se despeñaba en los inmensos barrancos que servían de defensa a la morada de Peripillán, hasta que llenando las hondonadas profundas, las aguas quedaron al nivel de las tierras cultivadas.
Cuando los mapuches volvieron al lugar en que se había consumado el sublime sacrificio de la púdica virgen y del toqui, vieron con asombro que las flores que habían servido de lecho mortal a Licarayén, habían echado raíces y que sus ramas, entrelazándose, formaban el más hermoso palacio que jamás mente humana pudo imaginar.
Ese palacio de helechos y flores existe en el fondo de la Quebrada del Diablo, cerca de Puerto Varas. Muchos son los que han bajado a admirar su belleza, pero sólo unos cuantos han podido ver el palacio, porque este sólo es visible para quienes tienen conciencia y saben sentir los íntimos encantos de la naturaleza.
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